domingo, 25 de noviembre de 2012


LA SELVA DE CEMENTO

En las marginales calles y selvas del Caquetá, en una zona muy pobre cerca de allí, vivía una
familia conformada por una madre y tres hijos. Alfonsina, una lavandera de escasos recursos,
vivía para mantener con las pocas monedas que ganaba a Pacho, Shaira y Yudy, sus tres hijos,
que no habían podido continuar estudiando debido a su economía. Pacho, el hijo mayor, era el
hombre de la casa y sentía la presión de responder por su madre y sus dos hermanas, así que
trabajaba en cualquier cosa que le saliera, por más mínima que fuera, para ayudar en su casa;
pero sentía que no era suficiente pues cada vez que pasaba el tiempo los gastos eran mayores. Él
no permitía que sus dos hermanas trabajaran así que ellas se mantenían en la casa velando por
su madre y haciendo los quehaceres del hogar y jugando.

A Alfonsina no le gustaba que Pacho trabajara, pero Pacho entendía que era su deber como
hombre. Debido a que esta zona del país es afectada por los grupos armados, la mayoría de
hombres son reclutados para las filas de las FARC. A muchos de los amigos de Pacho ya los
habían reclutado y empuñaban un fusil con el cual sólo torturaban a la gente y les daban mala
calidad de vida. Pacho se escondía y huía cada vez que sabían que iba a haber reclutamiento.

Un día en la madrugada, mientras dormían, se escucharon disparos y golpes. Pacho sabía que se
trataba de ellos, así que sin pensarlo dos veces se paró de la cama, se vistió, se despidió de sus
hermanas y su mamá, y salió por una ventana de su casa, se fue por un camino rocoso el cual
salía a un pueblo cercano de allí. Pasaron horas y horas mientras él corría para salvar su vida y
llegar lo más rápido al pueblo. Ya eran las 9 de la mañana, ya habían pasado aproximadamente
5 horas de haber huido, llegó al pueblo y lo primero que hizo fue buscar un teléfono. Entró a un
pequeño kiosco en donde se lo prestaron y llamó a su casa pero nadie contestó, así que llamo a
una vecina, que era muy amiga de su mamá. Ella respondió y le contó lo que había sucedido; la
guerrilla se había tomado esa invasión en donde ellos vivían y a todo hombre que encontraran
se lo llevaría, así que no podía parecerse por un largo tiempo. Pacho no sabía qué hacer y estaba
muy preocupado, necesitaba dinero para sacar a su familia de allí. En el pueblo vio que un
camión que se dirigía para Bogotá con un grupo de viajeros, Pacho no lo pensó y se montó en
el camión y se dirigió para Bogotá. El viaje duró 8 horas que para Pacho parecían
eternas, pasando hambre y frío.

Por fin llegó a Bogotá, una ciudad demasiado grande para él y en donde todo era diferente, se
sentía sorprendido y a la vez angustiado pues no sabía dónde iba a dormir ni cómo estaba su
familia. Caminó por el centro de la ciudad y vio a un grupo de jóvenes que estaban limpiando
vidrios en un semáforo, se veían amigables y fue a pedirles trabajo. También era un grupo
de desplazados por la violencia que se ganaban la vida limpiando vidrios, pues no tenían ni
padres ni madres que velaran por ellos. Le dieron una esponjilla y una botella llena de agua
con jabón y comenzó a trabajar a cambio de unas monedas. Pasaron así días, semanas, meses,
en donde Pacho llamaba a su pueblo y no le daban razón de nada, él estaba asustado, pero eso
se le olvidaba cuando estaba con sus amigos del semáforo y cuando trabajaba. En una casa
abandonada donde vivían todos, en medio de colchones sucios, basura y ratas, Pacho con las
monedas que ganaba, ahorraba dinero aunque no sabía para qué, pero más adelante esto le podía
servir, sacaba escasamente monedas para comer, incluso había días en los que prefería aguantar
hambre y ahorrar monedas. Pasó otro mes en la misma situación, y con la misma rutina de
todos los días. Hasta que un día llamó a la vecina de su pueblo. Ella le contestó y le dijo que
no podía hablar pues la estaban vigilando, pero que viniera lo más pronto posible a su casa.
Pacho entró en pánico y no sabía qué hacer, habló con sus amigos y les comentó su situación.

Pablo, un joven de la cuadrilla, sabía de alguien que lo podía llevar hasta su casa otra vez a
cambio de poco dinero, pero que tenía que irse en medio de costales de legumbres. Pacho aceptó
y fue con su amigo Pablo a donde un camionero que trabajaba en la plaza de mercado y que
estaría dispuesto a llevarlo allá por 15.000 pesos, Pacho dijo que sí y fue rápido adónde estaba
durmiendo y recogió sus ahorros. Tenía 30.000 pesos en total, así que pagó y conservó los otros
15.000 pesos que lo podrían ayudar en el camino.

Emprendió su viaje y se dirigió a su hogar entre los costales de las legumbres. Tenía miedo y
angustia pues no sabía qué pasaría, si lo atraparía la guerrilla o si, por el contrario, se volvería a
reunir con su familia. Pasaron 8 horas de viaje y llegó en la noche a su pueblo, caminó por
medio del camino rocoso y llegó a su barrio en donde estaba todo destruido, las casas
derrumbadas, los árboles cortados, había sangre en la tierra. Pacho corrió a su casa buscando a
Alfonsina, a Shaira y a Yudy pero no las encontró. Su corazón comenzó a palpitar y se dirigió a
la casa de su vecina. Tomasa, le contó todo lo que había sucedido. Las FARC se habían tomado
el pueblo y habían reclutado más de 10 jóvenes y niños, entre ellos a su hijo menor. Revisaban
en cada casa en donde estaba los varones para enlistarlos en las filas de ellos. Tomasa en medio
del relato lloraba y se le cortaba la voz. Le contó que al revisar en su casa y no haber encontrado
a ningún hombre, se habían llevado a su mamá y a sus hermanas y que más adelante, en el
camino, las habían violado y fusilado. Pacho no entendía nada y se atacó a llorar y a gritar, pues
estaba muy dolido y se sentía culpable de haberlas dejado solas. Tomasa lo hospedó por esa
noche y lo trató de consolar. Pasó una semana y Pacho, todavía muy dolido, analizó la
situación, no podía seguir quedándose allí pues estaba en una casa que no era suya y los
recuerdos y la inseguridad lo mataban, él no podía estar allí solo. Le agradeció a Tomasa por
haberlo ayudado y entró a lo que quedaba de su casa, tomó la poca ropa que tenía y algunos
objetos que podía vender, así fuera por un pan, y bajó hasta el pueblo y decidió volver a Bogotá
para olvidar lo que había pasado y estar con sus amigos, la que ahora sería su familia.

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